La conservación y restauración de los arrecifes de coral
Pablo Morón Elorza, miembro de Los18 ha entrevistado a Pablo Góngora, creador y director del proyecto internacional Reefers, para la conservación y restauración de los arrecifes de coral.
Su zona de actuación se encuentra en Indonesia, donde Pablo y su equipo seleccionan y recolectan fragmentos de coral dañados, que reubican en arrecifes artificiales, permitiendo su desarrollo y posterior inserción en arrecifes afectados.
Además, llevan a cabo múltiples acciones divulgativas que dan a conocer la importancia y situación actual de los ecosistemas de arrecife, fomentando modelos de desarrollo sostenible.
Pablo, es un placer tenerte con nosotros y que nos puedas hablar acerca de algo que tanto te apasiona y que es tan importante como la conservación de los océanos. ¿Podrías decirnos por qué es importante la investigación oceánica y la divulgación para la protección de las especies marinas?
Los océanos constituyen más de tres cuartas partes de la biosfera, en la cual vivimos. Su influencia es por tanto clara y directa para nosotros, de modo que cuanto más conozcamos sobre los océanos, mayor será el conocimiento que tengamos sobre nuestro entorno y de qué manera debemos actuar para que éste juegue a nuestro favor.
Hay que entender que cuidar a los océanos es en última instancia cuidarnos a nosotros mismos y esto no es posible si todo ese conocimiento que nos aporta la investigación no llega a todo el mundo, de ahí la importancia de la divulgación.
Existe un dicho que dice “se cuida lo que se conoce” y otro que dice “la ignorancia es el mayor enemigo de uno mismo”. Hace cien años la mayoría de gente de a pie no conocía al lince ibérico y quienes lo hacían lo veían como una alimaña a exterminar, hoy se invierten millones de euros en investigación para la protección del lince y su entorno (y unido a él las miles de especies que lo componen) y ya forma parte de la cultura popular.
Con los océanos deberíamos tener el mismo cariño y respeto que con el lince, si no más pues nuestra existencia depende de ello.
¿Crees indispensable la creación de reservas marinas y espacios protegidos? ¿Podrías decirme brevemente cuáles serían las diferencias más evidentes entre una reserva marina y el mar no protegido?
Absolutamente, son imprescindibles. El ser humano está ejerciendo una presión sobre los océanos enorme y es algo que salta a la vista de cualquier persona aun cuando ésta carece de formación al respecto. Cuando se tiene la oportunidad de bucear en diferentes espacios, protegidos y no protegidos, queda muy evidenciado el comportamiento que el ser humano está teniendo en dicha zona.
Lo primero que llama la atención de las zonas protegidas de “cierta edad”, más de diez años por ejemplo, donde la presencia del ser humano no está ligada a una pesca directa o destrucción del medio, es su riqueza en formas de vida y el número de ejemplares por metro cuadrado.
Podemos contemplar comunidades de invertebrados ligados a sustratos duros bien estructuradas y jerarquizadas a la cual le acompañan un gran número de peces, sobre todo de bancos de alevines que encuentran en estas comunidades sésiles un hábitat ideal para escapar de depredadores, fenómenos meteorológicos y encontrar comida en abundancia. Sin embargo, más llamativo que el número y diversidad de la flora y fauna es el comportamiento cercano y confiado de los peces, por lo general de tallas mucho más grandes de lo que acostumbraríamos a ver en otras zonas.
En estas áreas protegidas los peces se muestran altamente confiados, puedes acercarte a ellos, se dejan fotografiar con relativa facilidad e incluso llegan a tener tal interacción con uno mismo que da la sensación de que te perciben como a un ser más del océano, algo casi neutral (dentro de unos límites claro).
Esta situación no se siente cuando nos adentramos en áreas no protegidas, exhaustas de pescadores con cañas o arpones e incluso artes profesionales masivas. Las comunidades bentónicas suelen percibirse afectadas por el impacto de redes y el paso de embarcaciones por aguas someras, es más difícil ver grandes bancos de alevines y casi no encuentras especímenes en edad adulta o de avanzada edad. Pero lo más alarmante es el comportamiento de miedo que muestran los peces ante la presencia del buzo, en especial en las especies objeto de pesca. Me gusta poner siempre el ejemplo de los meros, animales que en áreas protegidas casi se te acercan reclamando tu atención, y en algunos casos dispuestos a recibir alegremente baños de arena por parte del buceador.
Mientras que en aquellas zonas donde se les pesca solo se percibe su presencia como una fugaz sombra entre las rocas o un poco de arena que se levanta del fondo. Los animales y vegetales de zonas protegidas viven en general en unas condiciones de estrés muy bajo, lo que permite el enriquecimiento de estas áreas, convirtiéndolas en los puntos de reproducción, y por tanto de expansión, de todas aquellas especies que posteriormente radiarán e intentarán colonizar otras áreas que no tienen por qué estar protegidas. Las áreas protegidas acaban convirtiéndose en los puntos de generación de la vida que intenta expandirse a otras zonas más lejanas.
¿Cuál consideras la mejor manera de proteger los ecosistemas marinos vulnerables? ¿Y para recuperarlos?
Si bien es cierto que en un primer momento es necesaria una legislación que regule el uso y las prácticas de ciertas zonas marinas, no hay mejor protección que aquella que se otorga de motu proprio.
Cuando se consigue poner en valor “algo” a escala social, y en especial a los directamente afectados por ese “algo”, es inevitable que surjan las acciones particulares y los movimientos colectivos para defender y evitar que se pierda ese algo. Entonces ese “algo” pasa de ser un elemento ignorado, a veces repudiado por el colectivo social, a ser un bien común e incluso una necesidad.
La percepción actual que gran parte de la sociedad tiene de los océanos es que están ahí, estáticos, “inertes” para ellos y a veces lejanos a nuestros hogares. Muchas personas siquiera se han acercado en su vida por motivos diversos. Si de algún modo una persona que viva en Kansas o en Mongolia comprendiera de qué manera el estado de salud de nuestros océanos puede afectarle directamente en su día a día y sentirlo como algo propio del cual forma parte, la conservación de estas áreas se extendería más allá de los límites impuestos por cualquier acuerdo o un documento regulador.
Esta labor casi utópica tiene su fundamento no solo en la divulgación conceptual de la que antes hablábamos, también es necesaria una participación activa de las poblaciones más alejadas de las masas de agua marina. Dando por hecho el papel fundamental de la población ligada directamente al mar, cuya presencia y actuación es la primera línea de batalla en este asunto.
Si existe esa concienciación, respeto y actuación, la recuperación viene sola. Es como cuando planteamos la gestión de limpieza del salón de cualquier casa. Tener buenas herramientas y actitud para limpiar el hogar está muy bien, pero si no tomamos medidas para evitar el acumulo de suciedad todo el trabajo de limpieza puede convertirse en una labor ineficaz y de alto desgaste.
No importa cuantas actuaciones llevemos acabo de limpieza oceánica, de restauración de arrecifes o eventos benéficos, si en primer lugar no se cambian aquellas actuaciones y comportamientos que originan esa degradación directa del medio marino, todas las medidas que tomemos para recuperar un entorno concreto serán ineficaces e inútiles. La restauración es inútil sin una educación.
[Insertar foto: 04_2020 - El puzle de los corales marinos - peces naranjas - Pablo Morón Elorza]
[Pie de foto: Fotografía: Vida del Mar Rojo; Crédito: Pablo Morón Elorza]
Dedicas tu carrera y tu vida a concienciar y mitigar el impacto humano en nuestros océanos, ¿podrías darnos información sobre efectos dañinos producidos por el impacto humano y que afecten al Atlántico y al Mediterráneo?
En los siglos pasados, la concepción que se tenía de los océanos era que estos podían ser considerados el gran sumidero o desagüe que todo lo podía aceptar y diluir. Cualquier vertido en el mar no debía tener consecuencias debido a la gran masa de diluyente que constituye la mayor parte del planeta.
La mala gestión de los recursos, la mala o nula gestión de los residuos y sumando a esta ecuación como antes comentamos el desconocimiento ha dado lugar a una situación insostenible que salta a la vista a todos los niveles. Estamos cambiando la química del mar, calentando el agua y empeorando el efecto de las tormentas.
A la ya famosa isla de basura del Pacifico le acompaña su homóloga en el Atlántico, y los continuos y descontrolados vertidos están haciendo que muchas zonas mueran intoxicadas o eutrofizadas. Y ejemplos tenemos muchos solo en el ámbito nacional, sin tener que mirar muy afuera.
La problemática surgida en la Manga del Mar Menor es un ejemplo de ello. Resulta exasperante ver que la nula gestión de residuos de la zona ha originado una situación de muerte masiva de la vida marina y colonización de algas difícilmente reparable ya. Pero la sensación es aún peor cuando sabes que es algo que técnicos y biólogos llevaban vaticinando y advirtiendo desde hacía años, y simplemente se les ignoró.
Por otra parte, y motivado por vertidos similares, se sabe que los niveles de mercurio o plomo en las redes tróficas están aumentando alarmantemente. Su acumulación, en los niveles de depredadores mayores, está haciendo que peces como el pez espada o el atún, ya de por sí muy perseguidos, empiecen a presentar concentraciones de estos metales inadecuados para su consumo.
Recientemente hemos estado en el PIE de Plentzia (Instituto de Investigaciones de Biología Marina y Biotecnología) donde nos mostraron alguna investigación. Cómo las hormonas de los anticonceptivos, por ejemplo, están cambiando los procesos reproductivos de especies como es el mejillón. Elementos como el cadmio, o nuevos precursores como es el platino, darán mucho de qué hablar en los próximos años. Centros como éste nos ayudan a comprender y hacen visibles problemas reales como son los microplásticos, los inmunosupresores y las hormonas que acaban en nuestros mares afectando de forma directa a sus habitantes.
Para abordar este problema debemos mirar más allá de los océanos, y adentrarnos tierra adentro. Quiero exponer un ejemplo muy evidente de acción que consiste en colocar una frase en el alcantarillado "El mar comienza aquí". Una vez más, recordemos que el bienestar de los mares y océanos no es un problema o competencia exclusivamente de las poblaciones costeras, es de todo el mundo.
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