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Alvaro Castellano

La solución al cambio climático: economía circular, ODS y Agenda 2030

La crisis del coronavirus nos ha dejado tiempo para pensar en cómo queremos que nuestra sociedad evolucione. Durante el confinamiento, el ritmo humano se puso a cero y en poco tiempo pudimos notar el efecto que tienen nuestras acciones en la sostenibilidad del plantea. ¿Os acordáis del cambio en la naturaleza de Venecia? Es tan solo un ejemplo de lo que supondría frenar el cambio climático que estamos viviendo.


El cambio climático


El aumento de la población genera una demanda desmedida de explotación de recursos que provoca una espiral de la que todavía no sabemos escapar.


El porcentaje de dióxido de carbono ha aumentado un 30% desde la Revolución Industrial haciendo que la temperatura media de la Tierra se sitúe un grado por encima de lo que lo hacía hace un siglo. A priori pueden parecer cambios mínimos, pero la sensibilidad del clima pasa factura. El paulatino deshielo de los polos supone que ciudades como Valencia, Barcelona o Cádiz podrían encontrarse ante la tesitura de observar con impotencia cómo partes del entorno urbano quedan sumergidas (el nivel del mar ha aumentado 17 centímetros en los últimos cien años en España).


Además, el alarmante dato que nos informa que en la actualidad un 12% de los fallecimientos a nivel global están relacionados con la contaminación pone de relieve la dimensión del problema al que debemos hacer frente.


El cambio climático según las Organizaciones Internacionales


Naciones Unidas y el Banco Mundial advierten que para el año 2050 podríamos encontrarnos ante masivas oleadas de refugiados climáticos, movimientos para los que se prevén más de 140 millones de personas y de los que no tenemos más precedentes que los que nuestros antecesores experimentaron en su día, y cuyo producto con el paso de millones de años somos hoy, aquí y ahora: nosotros.


Como especie, la evolución del homo sapiens ha estado ligada a la adaptación de las condiciones climáticas adversas y ha supuesto el punto de inflexión entre la supervivencia o la desaparición. Hoy, nuestro reto es adaptarnos en tiempo récord a estos cambios y ser conscientes del peligro que suponen para la habitabilidad del planeta. Para ello, debemos replantearnos si el ritmo actual en el que estamos inmersos es el enfoque correcto.


El origen del cambio climático


Aunque las responsabilidades son compartidas, los expertos tienen más claro que existe un mal común, un villano capaz de aparecer en sistemas tan diferentes como el capitalismo y el comunismo y al cual denominamos economía lineal.


La economía lineal y el cambio climático


La misma supone extraer, refinar, fabricar y ensamblar para finalmente generar un producto. Esta cadena, con el fin de la vida útil del producto final tiene como output principal la palabra residuo. El producto acabado en sí será un residuo con posterioridad, además de los residuos que generan las distintas partes de la cadena mencionada con anterioridad.


Esta economía de “usar y tirar” es una lastra para los recursos naturales con los que fabricamos el 90% de la vida que nos rodea ya que estos no están diseñados para ser productos actualizables de más de un solo uso. En el año 2000 el número de teléfonos móviles registrado fue de 700 millones, mientras que en el año 2015 el contador alcanzaba ya la implacable cifra de 7.000 millones de utilitarios ¡tan solo en quince años! Si multiplicamos las materias primas con las que están fabricados -materiales como el litio, el coltán, el níquel, el cobalto, etcétera- y que estos no duran, por norma general, más de dos años, podremos entonces comprender el peligro que provoca nuestro consumismo en el medioambiente.





La solución para el cambio climático


Sin embargo, no todo es tan negro como lo hemos presentado, hay cierta esperanza y la misma pasa por comprender el papel de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que sin duda constituyen los primeros grandes esfuerzos por establecer una línea de actuación en torno a los problemas descritos. El fracaso en la consecución de los Objetivos del Milenio en el año 2015 hizo que las autoridades de Naciones Unidas fueran más ambiciosas en la búsqueda por paliar las desigualdades y los retos medioambientales a nivel global.


Los ODS para frenar el cambio climático


Las diecisiete metas de desarrollo sostenible que incorpora suponen un cambio de paradigma para la gestión de estas problemáticas hasta ahora no abordado: se trata de resolver los problemas de manera local para la consecución de un objetivo global. Kioto y su mercadeo de emisiones demostraron ser una práctica ineficaz y carente de sentido. El problema global ha de ser tratado a través de enfoques micro dentro de los países, dentro de las ciudades, de sus barrios y en última instancia también de cada uno de nosotros.


Agenda 2030 y economía circular: solución para el cambio climático


Nos centraremos en los ODS 11 y ODS 12 como motores de esta mentalidad, que sin duda impregnará parte del ideario de la Agenda 2030. En primer lugar, el ODS 12 hace referencia al consumo y la producción sostenible, mutando la economía lineal en el concepto de economía circular.


Esta última es la manera de entender la producción como algo cíclico y actualizable basado en conceptos como el de reutilización y reciclaje. Para ello, las pautas de consumo de la sociedad y la forma en la que establecen la cadena de producción las empresas en la actualidad han de ser redefinidas para cambiar a una cultura denominada “from cradle to cradle” (en español, de cuna a cuna).


La gestión del agua y de los residuos, las energías renovables o la eficiencia energética son campos que están abriendo el paso hacia este nuevo modelo de entender el consumo y la producción. Este tipo de concepciones ahondarán en importancia en el entorno de las ciudades como uno de los medios con crecimiento exponencial en los que habita y habitará en mayor medida el ser humano del siglo XXI.


Los18 entendemos los Objetivos de Desarrollo Sostenible como canalizadores de un catálogo de buenas prácticas que sin duda han de comprometer a entes públicos y privados si esperamos cierto éxito para la humanidad. Asegurar la habitabilidad de las generaciones futuras es sin duda el enfoque adecuado, esto es, la visión a largo plazo frente al enfoque cortoplacista e ineficaz con el que se operaba anteriormente. Por eso, trataremos siempre de impulsar las iniciativas que creen ese impacto que busca la Agenda 2030 como el inicio de una nueva mentalidad garante de nuestra propia supervivencia.

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